Fecha del evento: 3 de Mayo al 15 de Julio de 2022, de 13 a 18 horas.
Ubicación: Hall de la Casa Central del BROU
“Con Marta Parma nos conocimos en una clase sobre teoría y composición, que dictaba Alejandro Casares en la Parroquia de Punta Carretas. Era 1991 cuando Casares nos convoca, junto a Roberto Goinheix, para exponer en Cinemateca Pocitos.
Esta exposición fue el comienzo de una gran amistad que nos hermanó hasta el final de sus días. Siempre reinó la cordialidad, la fraternidad y el respeto.
Aceptábamos la obra de cada una sin opinar y siempre apoyándonos en la mirada amiga de Casares que nos impulsaba a seguir e ir siempre por más.
Amigas en las buenas y en las malas. Cuando una tenía un logro, era celebrado por la otra como propio: así, sin celos, ni competencias, hicimos varias exposiciones y tuvimos grandes logros juntas.
Marta dibujaba cada vez mejor, con más síntesis, con velocidad con su trazo seguro, sin dudar.
Su hermana, la Dra. Yolanda Parma, me contó que fue una niña prodigio. Desaparecía de la vista de su madre para concentrarse, dibujando y pintando por horas. Tal vez, heredó los genes de su abuelo materno, Moirano, escultor en madera en su Entre Ríos natal, en Argentina
Marta creció en un hogar culto, motivador y sensible a las bellas artes. Con 15 o 16 años fue profesora de piano y solfeo, su otra pasión.
Su viaje a Europa durante varios meses, visitando museos que seguramente la deslumbraron, le mostraron otros caminos, otros estilos para investigar.
Unos años después comienza a tomar clases con grandes maestros: Pierre Fossey, Miguel Ángel Pareja, Alejandro Casares, Nelson Ramos, Jorge Damiani, Pedro Rodríguez.
Fue una mujer muy agradecida y recordaba con afecto a todos los Maestros. Cada uno la marcó con fuerza.
Se sentía motivada a plasmar caballos, su gran pasión. Los estudiaba, conocía las razas Se pasaba horas en las criollas estudiándolos. Amaba los gatos, los perros, las palomas, las plantas, la naturaleza toda.
También pintó maternidades, la familia, esas mujeres solas (ella perdió muy pequeña a su padre y yo siempre sentí que estaba esa soledad plasmada) niños, hombres y mujeres de campo. El turf, con ese misterio del azar. Músicos, tal vez inspirada en los que veía cada semana en el Solís y en el Sodre. Le interesaba la danza, pintó bailarinas en rondas y el ballet en muchas de sus diferentes etapas.
Atravesó épocas surrealistas, cargadas de simbolismo. Sus obras pasaron por una etapa rosa, otra azul y otra más colorida. Otra más neutra, y también de abstracción total.
No se limitó a la plástica. Creaba su ropa, como una gran diseñadora de alta costura. Combinación de tejidos, telas, texturas colores que asombraban sus increíbles diseños, aunque jamás tomo un curso, fue autodidacta.
Mujer sensible, fina y delicada. Muy solidaria, siempre dispuesta a ayudar al prójimo.
Con la Fundación Banco República hemos decidido mostrar la etapa del taller Pareja.
Con los otros maestros, trabaja los colores neutros y colores pastel, creando una atmósfera característica en su pintura. Con Rodríguez vuelve al color pero no con la fuerza de su juventud en el taller de Pareja, donde fluye el color con fuerza, la línea marcada y la forma.
Lamentablemente, al final de sus días, abandona la pintura, desmotivada, “abandoné los pinceles”, me decía. Pero siguió creando diseños únicos, con telas y texturas hermosas.
Ya luchaba con su terrible enfermedad, con una entereza y valentía como pocas. A pesar del dolor, siguió siendo esa mujer buena, generosa, amable que conocí en los 90.
Hoy, agradezco a la Fundación y a la Dra. Yolanda Parma, por haber confiado en mí.
Gracias a la Fundación Atchugarry, a Pablo Atchugarry y Silvana Neme por admirar su obra y recibirla.
Gracias a Mirta Garcia, por tanto, siempre.
A Mis queridas amigas M. Eugenia Méndez y Concepción Virgili, por animarme siempre a seguir , por su gran apoyo, sensibilidad y generosidad.
Gracias a todos por permitirme realizar este homenaje póstumo, a esta gran artista, olvida y desconocida por muchos.”
Graziella Basso Silvera.