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Uruguay es un país que no posee premios Oscar en su haber; pero sí dos uruguayos levantaron la estatuilla. Con el film “La sociedad de la nieve” teníamos la posibilidad de que una historia uruguaya fuera la premiada, pero esta vez tampoco pudo ser. No es considerada ni una película de aventuras, ni un thriller, ni cine catástrofe; en palabras de Pablo Vierci, “Es una experiencia emocional inspiradora, en la cornisa entre la vida y la muerte, y no obstante esperanzadora”. Así que optamos por seleccionar estos títulos que nos acercan a lo sucedido desde distintos puntos de vista. En “¡VIVEN!: El triunfo del espíritu humano”, se relata esta escalofriante peripecia y la de los familiares de sus protagonistas, que nunca dejaron de buscarlos. Daniel Fernández Strauch en “Regreso a la montaña: Una guía de supervivencia espiritual”, recuerda la historia no para volver a contar lo que ya fue contado, sino para revisar la condición humana. Porque la vida aquí abajo -en el desierto espiritual, como lo llama el autor- nos presenta demasiadas distracciones y desvíos; en cambio la montaña, es metáfora de una sociedad sin máscaras, que elige vivir en comunidad, que acepta el dolor, valora el esfuerzo y sabe celebrar el presente. Para los más jóvenes en “Una vez en los andes…”, un abuelo narra y recrea la increíble proeza que realizó un grupo de estudiantes y jugadores de rugby hace muchos años. En “Las montañas siguen allí: La tragedia de los Andes contada como nunca por un sobreviviente”, se alienta a todos los hombres a poner sus propias montañas en perspectiva y superar cualquier obstáculo que pueda cruzarse en su camino. Por su parte, en “Desde el silencio: cuarenta años después”, el autor no se limita a repasar acontecimientos, sino que describe un viaje introspectivo. Y a medida que transcurren sus recuerdos, esa dura experiencia del pasado se transforma en conocimiento compartido y universal, aplicable a la existencia de todo ser humano. Y por su parte, Roberto Canessa quien es hoy un reconocido cardiólogo infantil en “Tenía que sobrevivir: cómo el accidente en los andes inspiró mi vocación para salvar”, nos incita a preguntarnos: ¿Qué hacer cuando todo está en tu contra?
En 1972 partió de Montevideo, con destino a Santiago de Chile, un avión Fairchild Hiller FH-227 de las fuerzas aéreas uruguayas en el que viajaba el equipo de rugby Old Christians y sus acompañantes. Sin embargo, les aguardaba un destino muy distinto del que había proyectado. Las infernales condiciones climatológicas determinaron la catástrofe y el aparato se estrelló en los Andes. Solo dieciséis de los cuarenta y cinco pasajeros que viajaban en el avión sobrevivieron al accidente y a los casi tres meses de indescriptibles rigores que sufrieron a consecuencia del hambre, el frío y el dolor. Sin otras provisiones, se vieron obligados a enfrentar al horror de alimentarse con la carne de sus compañeros muertos, en un acto desesperado por conservar la vida. ¡Viven! El triunfo del espíritu humano relata esta escalofriante peripecia y la de los familiares de sus protagonistas, que nunca dejaron de buscarlos.
Daniel Fernandez Strauch tenía 26 años cuando subió al avión Fairchild Hiller de la Fuerza Aérea Uruguaya para responder a la invitación de su primo Eduardo Strauch y acompañar al equipo de Rugby Old Christians Club. Ese avión se estrelló en la cordillera de los Andes y dio lugar a la más dramática y extraordinaria historia de supervivencia de la que se tenga noticia. Cuarenta años más tarde, Daniel Fernandez Strauch (en las fotos, con Sergio, el arriero que los encontró, en 1973 y 2009, en Montevideo) recuerda la historia no para volver a contar lo que ya fue contado, sino para revisar la condición humana cuando conoce sus límites. La montaña es un refugio para testear los propios recursos, la profunda conciencia del prójimo, la escala de valores, la fortaleza espiritual, las miserias ocultas, el pesimismo, el optimismo, la capacidad de lucha, la fe en los otros. La vida aquí abajo -en el desierto espiritual, como lo llama el autor- nos presenta demasiadas distracciones y desvíos. Nos promete riquezas pasajeras, nos convierte en predadores, nos degrada. La montaña, aquella donde se ponen en juego nada menos que la vida y la muerte, es metáfora de una sociedad sin máscaras, que habla para decir, que elige vivir en comunidad, que acepta el dolor, valora el esfuerzo y sabe celebrar el presente. Un texto conmovedor, reflexivo, imprescindible.
Una vez en los Andes… “Vengo de un avión que cayó en las montañas” recrea la increíble proeza que realizó un grupo de estudiantes y jugadores de rugby hace más de cuarenta años. Es la historia narrada por un abuelo que quiere dejarle como legado a su familia sus vivencias y las del grupo que sobrevivió con él en aquella tragedia que conmocionó al mundo. Esa experiencia lo marcó para siempre, lo acompaña todo el tiempo y en esta historia esos recuerdos estarán presentes y serán el centro de un emotivo encuentro con sus nietos. Es la peripecia de hombres y mujeres, casi todos muy jóvenes, que vivieron, sufrieron, soñaron y construyeron la esperanza, prácticamente de la nada, entre el cielo y la nieve, intentando, por sobre todas las cosas, aferrarse a la vida y al amor por vivir.
Cuando, el 22 de diciembre de 1972, el mundo descubrió que dieciséis de los cuarenta y cinco pasajeros del avión que se había estrellado en los Andes permanecían con vida, nadie salía de su asombro. Si bien los familiares y amigos de los sobrevivientes estaban felices, ninguno creyó que alguno fuera capaz de superar ese trauma. Sin embargo, a más de cuarenta años de la tragedia, el tiempo demostró que todos pudieron seguir adelante, formar una familia e incluso destacarse en el ámbito profesional. En un relato apasionante y esperanzador, Pedro Algorta rompe el silencio, cuenta de primera mano una de las más increíbles historias de supervivencia humana y alienta a todos los hombres a poner sus propias montañas en perspectiva y superar cualquier obstáculo que pueda cruzarse en su camino. “Una total y casi perturbadora sinceridad es la que expresa mi querido Pedro en su libro. Son raras las veces en que una persona expone tanto de su ser en palabras tan sinceras y cargadas de emociones. Con Pedro compartí en la montaña todos los sentimientos que un ser humano puede tener, desde la pena, el dolor, la ansiedad y el miedo hasta el amor y la felicidad de volver a nacer. Sin duda, éste es un libro que hace reflexionar.”
Eduardo Strauch Urisote es uno de los dieciséis sobrevivientes del terrible accidente ocurrido en el año 1972, cuando un avión militar uruguayo con cuarenta y cinco personas a bordo cayó en plana cordillera de los Andes. Después del impacto todo fue silencio… El suceso, calificado como excepcional en la historia de la aviación, conmovió al mundo. Aquella increíble odisea de supervivencia -que significó pasar setenta y dos días sobre un glaciar a casi cuatro mil metros de altura, sin abrigo ni alimentos- es contada desde un nuevo enfoque. “Desde el silencio – cuarenta años después” no se limita a repasar acontecimientos, sino que describe un viaje introspectivo, contado de manera temática. Permite seguir el curso del pensamiento de Eduardo Strauch, quien mantiene con la montaña que los acogió y los puso a prueba una relación muy fuerte, a tal punto que vuelve a ella anualmente en una suerte de peregrinaje. A medida que transcurren sus recuerdos, esa dura experiencia del pasado se transforma en conocimiento compartido y universal, aplicable a la existencia de todo ser humano.
Tenía que sobrevivir trata de un iluminador relato de esperanza y determinación, solidaridad e ingenio, que aporta una nueva perspectiva a una historia mundialmente conocida. El 13 de octubre de 1972, un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que llevaba al equipo de rugby Old Christians y muchos de sus amigos y familiares- se estrelló en medio de la cordillera de los Andes. Tenía que sobrevivir es el relato cautivante y desgarrador de esa larga experiencia con la muerte que impulsó a uno de sus sobrevivientes, Roberto Canessa, a convertirse en uno de los cardiólogos infantiles más conocidos del mundo. Cuando atendía a sus compañeros heridos en medio de esa carnicería devastadora que produjo el accidente, Roberto Canessa, que en aquel entonces tenía diecinueve años y era un estudiante de segundo año de medicina, se sintió la persona más afortunada del planeta: estaba vivo, y por eso mismo, debía estar eternamente agradecido. Mientras el grupo famélico luchaba por sobrevivir, más allá del límite de lo imaginable, Canessa jugó un rol fundamental para salvar a los demás sobrevivientes, atravesando, con un compañero, la cordillera de los Andes, exánimes y sin ningún tipo de equipo, en busca de ayuda. Esta delgada línea entre la vida y la muerte se transformó en un catalizador para el resto de su vida.

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