Se acerca la temporada de verano, y una fecha importante de celebración es el “Día de las playas”.
Se festeja cada 8 de diciembre desde 1919, tal como fue dispuesto en la ley de Declaración de Feriados, cuando se cambiaron muchas fiestas de orden católico por nombres laicos como parte del proceso de separación entre Estado e Iglesia.
Las playas de arena ocupan alrededor de un tercio de las costas del mundo. Y ellas son excelentes escenarios para que muchos escritores den rienda suelta a su creatividad, o para que muchos personajes las frecuenten.
Una amiga de los más pequeños, Winnie no soporta el calor y por ello, junto a su gato Wilbur, deciden ir a disfrutar en la playa.
Pero además son lugares estupendos para ir descifrando enigmas. Eso les pasó a Sofía y Lucas mientras hacían su viaje de recorrida por la costa uruguaya descubriendo seres hermosos y amigables que guardaban más de un secreto, como veremos en En la orilla: secretos nunca contados de animales de la costa uruguaya.
Otros enigmas son un poco más macabros, aunque sean en una idílica isla en Gotland, y llenen el aire de misterio, porque Nadie lo ha visto.
En Por los tiempos de Francisco Piria se testimonia las “salutíferas” condiciones del balneario, donde en un folleto encabezado por una carta de un médico, Piria afirma llevar “más de mil quinientos resucitados”. La “Cognacquina Piriápolis” había ayudado con el aire de playa a socorrer las dispepsias y anemias de los montevideanos.
Pasando a la ficción, pero tomando contacto con sucesos históricos Sombras sobre el puerto del buceo propone un acercamiento a una legendaria familia fundacional del Rio de la Plata, y a los relatos costumbristas del siglo pasado.
Ya en el juego entre realidad e irrealidad en Diario de la arena, en 1974 Miguel Vernier pierde su empleo por imprimir un volante político, después acepta trabajar en la soledad de ARENAS DEL ESTE, a pesar de que le advierten que el último hombre que trabajo allí enloqueció; y luego de un tiempo cuando decide irse —cuando creía que eso era posible—, miró el cartel destartalado y los trazos retocados con un pincel inadecuado —el mismo lo había repintado a poco de llegar— y supo que no daría un paso más y que la palabra “Este” era una señal, una indicación falsa para llegar al paraíso.
Pero creo que para todos no es así, para algunos nuestro Este, nuestras playas, son el paraíso.
Pero pobre de aquellos que no conocen nuestras playas de río, las del oeste, las del centro o las del norte del país, esos pecadores sí que arderán en el infierno.